La bandera nacional canaria, tras 52 años de su creación (22 de octubre de 1964), mantiene hoy en su integridad todo el simbolismo con la que inició su revolucionaria andadura, principalmente a partir de los años 70 en los que las clases populares canarias y, especialmente los trabajadores, la tomaron como enseña que acompaña la mayoría de sus luchas y reivindicaciones.

En un inicio, duramente perseguida por el aparato policial y judicial del Estado y repudiada aún por los actuales herederos de la dictadura (PP y Cs), nuestra bandera ha ido venciendo obstáculos hasta constituirse en la enseña de la Nación Canaria (blanca azul y amarilla con siete estrellas verdes). Popularmente y mayoritariamente reconocida frente al estandarte oficializado por la autonomía que, con similares tonalidades, sustituyó las estrellas verdes libertarias por dos perros sujetando una corona, testimonializa el anacrónico vasallaje del gobierno autonómico canario a la monarquía Española y la aceptación del actual régimen colonial-capitalista. Un oprobioso sistema que continúa imponiendo a nuestro país los indicadores sociales tercermundistas que sufre nuestro pueblo, pero especialmente su clase trabajadora, segregada durante siglos con las peores condiciones sociales, laborales y salariales. Una circunstancia esta que se ha venido sucediendo a los largo de los tiempos sin que se haya visto alterada en razón al tipo de régimen o partido político que haya gobernado en el Estado español. La avariciosa, egoísta y parasitaria clase empresarial canaria, por su parte, continúa adherida al sistema para empujarnos el actual y altísimo nivel de pobreza, de precariedad social y laboral.

Nuestra bandera, por tanto, es baluarte de la lucha para el progreso social, la elevación de la dignificación de vida de todos los canarios y la reinversión en nuestra territorio del capital que genera nuestra situación estratégica (tres veces más de lo reconocido por la hacienda española) y que anualmente es mayoritariamente extraído por las corporaciones empresariales foráneas.

Cuando ondea, también reclama los derechos nacionales que corresponden a nuestro país, demanda la protección, recuperación y la defensa de su identidad, clama por la defensa de nuestro patrimonio cultural y natural, de nuestra cultura e historia. Reivindica también nuestra bandera el reconocimiento internacional de nuestra Nación con el ejercicio de su plena soberanía y la constitución de unas Canarias Libre, para así desembarazarse de todas las ataduras que entorpecen nuestro progreso. En definitiva, desterrar la peyorativa denominación de “región ultraperiférica” con la que se nos insulta desde el gobierno español y su lacayo del ejecutivo canario, para constituirnos en una Nación verdaderamente soberana.