Cuando las cosas van mal, cuando el deterioro de la sociedad en la que vivimos avanza, los derechos de las ciudadanos se reducen y vulneran, la brecha entre los que más ricos y los más pobres se incrementa exponencialmente, y las condiciones de  trabajo de la gente regresan a las existentes un siglo atrás, dos actitudes son posibles.

Una es no hacer nada...Pero como señala Bauman, la no acción cuenta como acción:“aceptar plácidamente el mundo y cooperar con las fechorías que se acumulan y a la que nos oponemos verbalmente es también una elección, al igual que lo es la protesta y la resistencia activa contra las desigualdades endémicas y el modo de vida que el mundo nos apremia a seguir obedientemente”...Pero la pregunta que deberíamos hacernos es si consideramos moralmente aceptable lo que está ocurriendo...

“Entre la aceptación resignada y una decisión valiente de desafiar la fuerza de las circunstancias media el carácter”, escribe Bauman. Es el que somete sus elecciones a un test mucho más exigente que el de la posibilidad de éxito: el test de la aceptabilidad moral.

Fuente de la información: Sergio Minué/Blogspot El Gerente de Mediado

Entregando rehenes al destino

“Me rebelo, luego existimos”
Albert Camus
“ ¿Como podemos evitar actuar sin miedo al error y al riesgo de incoherencia inevitablemente
implícito en toda protesta?. Así comenzaba la carta que una lectora enviaba a Zygmunt Bauman
 en el periódico la Repubblica. A la que el veterano sociólogo polaco respondía con la mayor
humildad: Lo siento, no podemos. No podemos saber con certeza, antes de actuar, que no se
cometerán errores,ni tampoco tener la seguridad de que al final del día se habrá demostrado que
estábamos a la altura de la tarea. Cuanto más importantes sean nuestras acciones para nosotros
mismos y para los demás, más inciertos serán los resultados”. Porque “vivir es asumir riesgos”.
O ampliando la sentencia del poeta romano Lucano, “vivir, como amar, significa entregar
rehenes al destino”.
Cuando las cosas van mal, cuando el deterioro de la sociedad en la que vivimos avanza, los
derechos de las ciudadanos se reducen y vulneran, la brecha entre los que más ricos
y los más pobres se incrementa exponencialmente, y las condiciones de  trabajo de la gente
regresan a las existentes un siglo atrás, dos actitudes son posibles.
Una es no hacer nada. Razones no faltan para ello. Es mucho más probable que acierte el
pesimista,escéptico ante las resultados que traen habitualmente las movilizaciones, las protestas,
o las huelgas. 
A eso se añade la desconfianza respecto a los que nos pueden acompañar en el viaje: por demasiado 
viejos o demasiado jóvenes, porque ya conocemos sus andanzas de otras ocasiones semejantes,

porque lo que proponen es disparatado o demasiado previsible, suena a demasiado loco o demasiado

visto. Al margen está la cuestión de que la protesta me puede perjudicar individualmente, a mi que tan

bien me consideran mis jefes, a mi que (afortunadamente) tengo la vida prácticamente resuelta hasta

que me jubile, para lo cual, además no queda mucho. Por último está la cuestión de la pereza: es muy

cansino volver a eso que ya uno pensaba acabado, las reuniones, las conversaciones, los manifiestos.

No apetece nada dejar de lado (aunque sea momentáneamente)  nuestras productivas actividades

cotidianas, el cotilleo del Facebook, los partidos de pádel o los noches de fútbol.

Pero como señala Bauman, la no acción cuenta como acción:“aceptar plácidamente el mundo y
cooperar con las fechorías que se acumulan y a la que nos oponemos verbalmente es también
una elección, al igual que lo es la protesta y la resistencia activa contra las desigualdades endémicas
y el modo de vida que el mundo nos apremia a seguir obedientemente”.
Por lo que cuentan las encuestas parece que un importante sector  de la población española
se encuentra confortable con lo que está ocurriendo  si nos atenemos a las expectativas de voto
de los partidos responsables de ello. El sistema sanitario público español se aproxima a un estado
terminal, en el que parece haber entrado definitivamente el sistema sanitario inglés. El deterioro
del sistema de protección social teledirigido desde el ministerio de Hacienda y las consejerías del
ramo avanza adecuadamente. El sistema público sufre especialmente  las consecuencias de una
reforma laboral encubierta: la precariedad laboral, el maltrato a los profesionales ( con mayor
intensidad a las mujeres), la ausencia de futuro para el que acaba de empezar su vida profesional,
ha impregnado el sistema hasta sus cimientos, al margen de quien lo dirija  sea un partido u otro .
La diferencia está en que en Inglaterra la mayor parte de la profesión sanitaria ( empezando
por sus referentes más reconocidos, como señala este manifiesto en The Guardian )  lleva tiempo
movilizándose para defenderlo.
“ Entre la aceptación resignada y una decisión valiente de desafiar la fuerza de las
circunstancias media el carácter”, escribe Bauman. Es el que somete sus elecciones
a un test mucho más exigente que el de la posibilidad de éxito:” el test de la aceptabilidad moral.”
Sin duda salir de la comodidad implica entregar rehenes al destino. Rehenes que quizá
perdamos. Pero la pregunta que deberíamos hacernos es si consideramos moralmente aceptable
lo que está ocurriendo.
FUENTE  DE  LA  INFORMACIÓN: http://gerentedemediado.blogspot.com.es/